Entre 1915 y 1930 un grupo de jóvenes lingüistas y poetas rusos, ligado a los movimientos artÃsticos de vanguardia, revolucionó el campo de los estudios literarios. Ese laboratorio de experimentación crÃtica, que ha tenido vastas influencias en el desarrollo estructuralista posterior, modificó el modo de analizar las obras: desde entonces, el sentido de un relato o un poema no emana del proyecto biográfico o intelectual
de su autor ni de la tradición literaria, sino de la construcción misma de ese texto, de las decisiones estilÃsticas y la organización interna que definen su forma. Este cambio de foco generó muchos rechazos y debates, a la vez que se convirtió en el punto de partida de la crÃtica literaria moderna. La actitud del autor frente a los formalistas rusos ha cambiado en diversas oportunidades. La primera impresión consistÃa en este descubrimiento: se podÃa hablar de la literatura en forma alegre, irreverente, inventiva; al mismo tiempo, sus textos trataban de aquello de lo que nadie parecÃa preocuparse y que, sin embargo, el autor habÃa creÃdo siempre esencial, de aquello que se denominaba la "técnica literaria". Fue esta admiración lo que le llevó a buscar texto tras texto y, luego, a traducirlos. En un segundo momento creyó percibir en sus escritos la presencia de un proyecto "teórico", el de la constitución de una poética que, sin embargo,no era forzosamente coherente ni se habÃa realizado a fondo. Por último, en el curso de un tercer perÃodo, empezó a percibir a los formalistas como un fenómeno histórico: lo que le interesaba no era tanto el contenido de sus ideas como su lógica interna y su lugar en la historia de las ideologÃas.